sábado, 17 de septiembre de 2011

Ideas y propósitos de una homilía domingo 18 set

los que llegaron al caer la tarde recibieron un denario cada uno

Dios ve y aprecia de manera particular la calidad, motivos del trabajo y su contenido ético que su fugaz éxito. Entonces, ¿Cómo fortalecer el espíritu del trabajo?:

Cuando hayas terminado tu trabajo, haz el de tu hermano, ayudándole, por Cristo, con tal delicadeza y naturalidad que ni el favorecido se dé cuenta de que estás haciendo más de lo que en justicia debes.

—¡Esto sí que es fina virtud de hijo de Dios! (Camino 440)

Otras ideas: Estar disponible a consultas, preguntas, pequeños servicios. No sólo en el trabajo, también en la propia casa dediquemos tiempo a escuchar o preguntar con interés, mantener con orden las cosas personales o del hogar, hacer algún arreglo.

La persona que trabaja con un mal espíritu, con un mal ánimo, cae fácilmente en comparaciones que lo llevan a perder la paz, en envidias y críticas en las que sobresalen los defectos de los demás y la armonía entre todos se hace difícil Aunque el trabajo salga bien (el "cuerpo" del trabajo), si el "alma" del trabajo, la motivación y la finalidad no son correctas, el resultado puede ser no sólo negativo sino incluso dañino.

Para remediarlo hay que ofrecer todo a Dios desde el momento de levantarse: es un modo de "sanar" y "elevar" la ocupación profesional a un plano digno de la naturaleza humana. Y además podemos ganar bienes sobrenaturales por trabajar como un hijo de Dios.


lunes, 12 de septiembre de 2011

Dia del Nombre de María: No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón

Oración de San Bernardo a María Santísima

Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas con los escollos de la tentación, mira a la estrella, llama a María.

Si te agitan las olas de la soberbia, de la ambición o de la envidia, mira a la estrella, llama a María.

Si la ira, la avaricia o la impureza impelen violentamente la nave de tu alma, mira a María.

Si turbado con la memoria de tus pecados, confuso ante la fealdad de tu conciencia, temeroso ante la idea del juicio, comienzas a hundirte en la sima sin fondo de la tristeza o en el abismo de la desesperación, piensa en María.

En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María.

No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para conseguir su ayuda intercesora no te apartes tú de los ejemplos de su virtud.

No descaminarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas, no te perderás si en Ella piensas.

Si Ella te tiene de su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer, no te fatigarás si es tu guía; llegarás felizmente al puerto si Ella te ampara

sábado, 3 de septiembre de 2011

Ideas para una homilía (domingo 4 septiembre)

Corregir al que yerra

(domingo 4 de septiembre)

“Si tu hermano comete un pecado, ve y amonéstalo a solas” (Mateo 18, 15) sino “te pediré cuentas de tu vida” (Ezequiel 33, 7-9) porque “cumplir perfectamente la ley consiste en amar” (Romanos 13, 8-10). Si somos misericordiosos también podremos pedir a Dios: “trata con misericordia a tu siervo” (Antífona de entrada)

Es la ocasión para examinar cómo vivimos algunas de las 14 obras de misericordia:

7 corporales:

  1. Visitar y cuidar a los enfermos. 2. Dar de comer al hambriento. 3. Dar de beber al sediento. 4. Dar posada al peregrino. 5. Vestir al desnudo. 6. Redimir al cautivo, y 7. Enterrar a los muertos.


Las 7 espirituales:

  1. Enseñar al que no sabe. 2. Dar buen consejo al que lo necesita. 3. Corregir al que yerra. 4. Perdonar las injurias. 5. Consolar al triste. 6. Sufrir con paciencia los defectos de los demás, y 7. Rogar a Dios por vivos y difuntos.

Son más que buena educación o una táctica humana para hacer el bien, sentirnos o quedar bien o cómo ganar amigos.

Puede abarcar muchos estos y otros motivos humanos muy nobles, altruistas y filantrópicos…pero los supera ampliamente.

Alguien al ver cómo la Beata Teresa de Calcuta trataba a un enfermo dijo: “yo no haría eso ni por todo el oro del mundo”. Y ella comentó: “yo tampoco”.

Las obras de misericordia son como una extensión del amor de Dios a los hombres.

Es el mandamiento nuevo que todos los cristianos debemos luchar por vivir.

Efectivamente, esta ha sido una de las fuerzas principales que provocó el crecimiento del cristianismo (cfr libro de Rodney Stark, comentado en un twitter de @psagradafamilia).

Las obras de misericordia no son del pasado ni de circunstancias especiales.

Un lugar para vivirlas está totalmente al alcance da la mano en la casa y el trabajo. Y también ahora puede ser la causa de que se afiance la fe y se extienda extraordinariamente. Algunas ideas y sugerencias:

Esas palabras, deslizadas tan a tiempo en el oído del amigo que vacila; aquella conversación orientadora, que supiste provocar oportunamente; y el consejo profesional, que mejora su labor universitaria; y la discreta indiscreción, que te hace sugerirle insospechados horizontes de celo... Todo eso es "apostolado de la confidencia". (Camino 973)

“Sólo serás bueno, si sabes ver las cosas buenas y las virtudes de los demás.

—Por eso, cuando hayas de corregir, hazlo con caridad, en el momento oportuno, sin humillar..., y con ánimo de aprender y de mejorar tú mismo en lo que corrijas.” (Forja 455)

• —Niño. —Enfermo. —Al escribir estas palabras, ¿no sentís la tentación de ponerlas con mayúscula?

Es que, para un alma enamorada, los niños y los enfermos son El. (Camino 419)

viernes, 2 de septiembre de 2011

Hospitalidad en la Iglesia e inicio de los hospitales

Hospitalidad

en la iglesia, e inicio de los hospitales.

La faceta más característica de la caridad monástica es la hospitalidad. Casi todas las reglas ordenan dar una buena acogida a los huéspedes, si bien es en la Regla de San Benito (+547) donde se puede observar su raíz cristocéntrica, pues manda recibirles “como al mismo Cristo en persona”. Con el tiempo, en los monasterios e irían diferenciando un hospitale pauperum para los pobres, un hospitale peregrinorum para los enfermos y peregrinos y un hospitale hospitum para los huéspedes propiamente dichos.

Como ya se ha dicho, la atención hospitalaria a los enfermos, casi inexistente en la antiguas civilizaciones, es una aportación humanitaria exclusiva del cristianismo. Hay que destacar otra vez a S. Basilio, no solo porque creó un hospicio en cada circunscripción de su diócesis y en la capital fundó una auténtica ciudad de beneficencia, sino porque, como legislador del monacato de Oriente, ordenó que sus monjes se ocupasen en buen medida de trabajos de caridad.(…)

Otra faceta importante fue el reparto de comidas a las puertas, construyendo muchas veces refectorios para acoger a quienes acudían: algunos monasterios alimentaron hasta unas 300 personas diariamente y la gran abadía de Cluny llegaría a atender en ciertos años hasta 17.000.

(cfr. Folletos Mundo Cristiano, n. 796 ; Veinte siglos de caridad. La Iglesia al servicio del hombre, VV. AA.)

La atención de los más pobres por la Iglesia

De la Encíclica Deus Caritas est

(cfr. La caridad como tarea de la Iglesia)

23. En este contexto, puede ser útil una referencia a las primitivas estructuras jurídicas del servicio de la caridad en la Iglesia. Hacia la mitad del siglo IV, se va formando en Egipto la llamada "diaconía"; es la estructura que en cada monasterio tenía la responsabilidad sobre el conjunto de las actividades asistenciales, el servicio de la caridad precisamente. A partir de esto, se desarrolla en Egipto hasta el siglo VI una corporación con plena capacidad jurídica, a la que las autoridades civiles confían incluso una cantidad de grano para su distribución pública. No sólo cada monasterio, sino también cada diócesis llegó a tener su diaconía, una institución que se desarrolla sucesivamente, tanto en Oriente como en Occidente.

El Papa Gregorio Magno († 604) habla de la diaconía de Nápoles; por lo que se refiere a Roma, las diaconías están documentadas a partir del siglo VII y VIII; pero, naturalmente, ya antes, desde los comienzos, la actividad asistencial a los pobres y necesitados, según los principios de la vida cristiana expuestos en los Hechos de los Apóstoles, era parte esencial en la Iglesia de Roma.

Esta función se manifiesta vigorosamente en la figura del diácono Lorenzo († 258). La descripción dramática de su martirio fue conocida ya por san Ambrosio († 397) y, en lo esencial, nos muestra seguramente la auténtica figura de este Santo. A él, como responsable de la asistencia a los pobres de Roma, tras ser apresados sus compañeros y el Papa, se le concedió un cierto tiempo para recoger los tesoros de la Iglesia y entregarlos a las autoridades. Lorenzo distribuyó el dinero disponible a los pobres y luego presentó a éstos a las autoridades como el verdadero tesoro de la Iglesia.{15} Cualquiera que sea la fiabilidad histórica de tales detalles, Lorenzo ha quedado en la memoria de la Iglesia como un gran exponente de la caridad eclesial.

24. Una alusión a la figura del emperador Juliano el Apóstata († 363) puede ilustrar una vez más lo esencial que era para la Iglesia de los primeros siglos la caridad ejercida y organizada. A los seis años, Juliano asistió al asesinato de su padre, de su hermano y de otros parientes a manos de los guardias del palacio imperial; él imputó esta brutalidad —con razón o sin ella— al emperador Constancio, que se tenía por un gran cristiano. Por eso, para él la fe cristiana quedó desacreditada definitivamente.

Una vez emperador, decidió restaurar el paganismo, la antigua religión romana, pero también reformarlo, de manera que fuera realmente la fuerza impulsora del imperio. En esta perspectiva, se inspiró ampliamente en el cristianismo. Estableció una jerarquía de metropolitas y sacerdotes. Los sacerdotes debían promover el amor a Dios y al prójimo.

Escribía en una de sus cartas {16} que el único aspecto que le impresionaba del cristianismo era la actividad caritativa de la Iglesia. Así pues, un punto determinante para su nuevo paganismo fue dotar a la nueva religión de un sistema paralelo al de la caridad de la Iglesia. Los "Galileos" —así los llamaba— habían logrado con ello su popularidad. Se les debía emular y superar. De este modo, el emperador confirmaba, pues, cómo la caridad era una característica determinante de la comunidad cristiana, de la Iglesia.