Rezo del VIA CRUCIS en TIERRA SANTA
para vivir mejor la Semana Mayor
(Domingo de Ramos: Estaciones III y IV)
(Domingo de Ramos: Estaciones III y IV)
Tratemos de trasladarnos a Tierra Santa para identificarnos con Jesús
(En gran parte tomado de www.unsacerdoteentierrasanta.blogspot.com)
(En gran parte tomado de www.unsacerdoteentierrasanta.blogspot.com)
La práctica del vía crucis se fundamenta en la veneración por los Santos Lugares, donde no hacía ala imaginarse los escenarios de la Pasión, sino que se tenían a la vista y se recorrían físicamente. Una leyenda piadosa -recogida en De transitu Mariae, un apócrifo siríaco del siglo V -cuenta que la Santísima Virgen caminaba a diario por los sitios donde su Hijo había sufrido y derramado sus sangre (cfr. Dictionnaire de spiritualité, II, Col. 2577)
III estación: cae Jesús por primera
vez
La Vía Dolorosa continúa en ligero
descenso hasta cruzarse con una calle que viene de la puerta de Damasco; se
llama El-Wad —el valle— y sigue el antiguo lecho del torrente Tiropeón. Girando
a la izquierda, casi en la esquina, se encuentra una pequeña capilla, perteneciente
al Patriarcado Armenio católico, con la tercera estación.
El cuerpo extenuado de Jesús se tambalea ya bajo la Cruz enorme. De su Corazón amorosísimo llega apenas un aliento de vida a sus miembros llagados.
A derecha e izquierda, el Señor ve esa multitud que
anda como ovejas sin pastor. Podría llamarlos uno a uno, por sus nombres, por
nuestros nombres. Ahí están los que se alimentaron en la multiplicación de los
panes y de los peces, los que fueron curados de sus dolencias, los que
adoctrinó junto al lago y en la montaña y en los pórticos del Templo. Un dolor
agudo penetra en el alma de Jesús, y el Señor se desploma extenuado.
Tú y yo no podemos decir nada: ahora ya sabemos por
qué pesa tanto la Cruz de Jesús. Y lloramos nuestras miserias y también la
ingratitud tremenda del corazón humano. Del fondo del alma nace un acto de
contrición verdadera, que nos saca de la postración del pecado. Jesús ha caído
para que nosotros nos levantemos: una vez y siempre (San Josemaría, III estación).
IV estación: Jesús encuentra a María, su Santísima
Madre
Avanzando pocos metros, se llega a la cuarta estación,
donde hay una iglesia, también de los armenios, en cuya cripta hay adoración
perpetua al Santísimo Sacramento. Nuestra Señora no abandona a su Hijo durante
la Pasión; de hecho, la veremos más adelante en el Gólgota.
Apenas se ha levantado Jesús de su primera caída,
cuando encuentra a su Madre Santísima, junto al camino por donde Él pasa.
Con inmenso amor mira María a Jesús, y Jesús mira a su
Madre; sus ojos se encuentran, y cada corazón vierte en el otro su propio dolor
(...). En la oscura soledad de la Pasión, Nuestra Señora ofrece a su Hijo un
bálsamo de ternura, de unión, de fidelidad; un sí a la voluntad divina.
De la mano de María, tú y yo queremos también consolar
a Jesús, aceptando siempre y en todo la Voluntad de su Padre, de nuestro Padre
(Ibid., IV estación).