jueves, 24 de septiembre de 2009

VIAJE A LA REPÚBLICA CHECA
Oremus pro Pontifice nostro Benedicto XVI. Dominus conservet eum, et vivificet eum, et beatum faciat eum in terra, et non tradat eum in animam inimicorum eius
Canonización de Juan Pablo II será pronto
Joaquín Navarro-Valls: 'Juan Pablo II podría ser santo a finales de este año'



'Aquellos años fueron extraordinarios, viví la Historia mientras se hacía'
'La Iglesia enseña ahora a humanizar la sexualidad y dar sentido al dolor'


Irene Hdez. Velasco (Enviada especial) Cernobbio
Actualizado lunes 21/09/2009 09:46 horas
Tomado de http://www.arvo.net/

Sin duda el representante del Vaticano más famoso durante el Pontificado de Juan Pablo II, a excepción del propio Papa, ha sido este español de 72 años que estudió Medicina y acabó ejerciendo de periodista.

Al fin y al cabo, desde 1984 hasta 2006, Joaquín Navarro-Valls fue director de la oficina de prensa de la Santa Sede, convirtiéndose en el primer laico y el primer no italiano en ocupar ese puesto. Durante 15 meses, y hasta su dimisión en julio de 2006, también trabajó a las órdenes de Benedicto XVI.

P.- Durante los 22 años que fue portavoz de Juan Pablo II, ¿escribió un diario?
Respuesta.- Un diario propiamente dicho no, pero tomé notas. En mi ordenador debo de tener unas 600 páginas de apuntes.

P.- ¿Y no se plantea publicarlas?
R.- Hace un año y medio un agente estadounidense me ofreció un millón y medio de dólares por escribir ese libro. El problema en parte es que he aceptado en estos años una serie de compromisos profesionales que me absorben. Tendría que dejar todo eso y pasarme un año y medio encerrado en mi habitación para escribir ese libro. Para mí sería un imperativo moral hacerlo, porque Juan Pablo II era muy querido pero no del todo conocido.

P.- ¿Qué cree que se desconoce de Juan Pablo II?
R.- Pienso que no se conoce suficientemente a la persona, su carácter. Por ejemplo, tenía un grandísimo sentido del humor. Incluso cuando había que tratar problemas dramáticos no perdía su visión positiva.

P.- Usted ha estado casi dos años con Benedicto XVI, hasta 2006. El suyo es un Pontificado polémico...
R.- Benedicto XVI es el Papa de toda la historia de la Iglesia con la más brillante y numerosa bibliografía personal. Su riqueza conceptual es fascinante. Y pienso que la gente también fuera del ámbito católico es consciente de ello.

P.- Se dice que es frío
R.- Yo diría lo contrario. Su forma de conmoverse más frecuente de lo que se cree no es reaccionar pasionalmente frente a las cosas.

P.- ¿Cuales son los elementos más originales de su Pontificado?
R.- Su confianza en la racionalidad de las personas, en su capacidad de buscar la verdad.

P.- ¿Qué grandes obstáculos está encontrando Ratzinger?
R.- Me parece que lo anunció él mismo pocos días antes de ser elegido Pontífice: la dictadura del relativismo.

P.- Si tuviera que señalar sólo uno, ¿cuál ha sido el mayor logro de Juan Pablo II?
R.- Lo digo con palabras suyas: «El punto central y nuestra responsabilidad es mantener el carácter trascendental de la persona humana, que se puede convertir fácilmente en objeto». Y ese logro le fue reconocido en Naciones Unidas, en los suburbios de Calcuta, en un leprosario en Guinea Bissau o en cualquier lugar a donde fue.

P.- ¿Que les diría a los que, a la luz de su oposición al preservativo, la eutanasia o los matrimonios homosexuales, consideran que la Iglesia es una institución obsoleta?
R.- Diría que la Iglesia está proponiendo, con optimismo y tenacidad, que el ser humano no es algo sino alguien; no es una cosa sino una persona. Está enseñando a humanizar la sexualidad, a dar sentido al dolor y a la alegría. Está dando horizontes humanos al ser humano.

P.- ¿Hay algún error en sus 22 años como responsable de comunicación del Vaticano del que aún se arrepienta?
R.- No me corresponde a mí valorar mi propio trabajo. Normalmente no vuelvo a aquellos años para analizar hipótesis sino para profundizar en el significado de los hechos vividos. Muchas veces, entonces, tuve la sensación de vivir la Historia mientras se estaba haciendo. Fueron unos años bellísimos, extraordinarios

P.- "Santo subito", gritaba la gente tras la muerte de Juan Pablo II. ¿Cuánto cree que falta para que sea elevado a lo altares?
R.- Desde el punto de vista estrictamente técnico, podría estar todo listo antes de que acabe el año. Los dos pasos que quedan, técnicamente hablando, son el decreto de virtudes y la declaración del milagro, del que se le atribuyen varios, uno especialmente claro. A partir de ahí, todo depende del Santo Padre.
Cómo fue la conversión de la hija de Stalin al Catolicismo




Svetlana Stalin, hija del famoso dictador ruso, se hizo católica en 1982, pero sólo en 1993 narra su conversión tras una vida que la ha llevado a través del sufrimiento al bautismo ortodoxo y luego a la Iglesia Católica. La fe es un don del amor. Su testimonio ha sido publicado en “Lettera del Foyer Orientale”, “Nostra Signora dei Tempi Nuovi”, “Popoli” (lugl-sett., 1995, pp. 54-55).

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De Dios no se hablaba ... pero las abuelas sí
Los primeros 36 años que he vivido en el estado ateo de Rusia no han sido del todo una vida sin Dios. Sin embargo, habíamos sido educados por padres ateos, por una escuela secularizada, por toda nuestra sociedad profundamente materialista. De Dios no se hablaba. Mi abuela paterna, Ekaterina Djugashvili, era una campesina casi iletrada, precozmente viuda, pero que nutría confianza en Dios y en la Iglesia. Muy piadosa y trabajadora, soñaba con hacer de su hijo sobreviviente -mi padre- un sacerdote. El sueño de mi abuela no se realizó jamás. A los 21 años mi padre abandonó el seminario para siempre.

Mi abuela materna, Olga Allilouieva, nos hablaba gustosamente de Dios: de ella hemos escuchado por vez primera palabras como alma y Dios. Para ella, Dios y el alma eran los fundamentos mismos de la vida. Agradezco a Dios que ha pemitido a mis queridas abuelas que nos transmitiesen las semillas de la fe; si bien eran exteriormente obsequiosas con el nuevo orden de cosas, conservaron profundamente en el corazón su fe en Dios y en Cristo.

Por primera vez, a los 36 años, pedí a Dios
Cuando mi hermano murió, mi hijo de 18 años estaba muy enfermo. No quería ir al hospital, a pesar de la insistencia del doctor. Por primera vez en mi vida, a los 36 años, pedí a Dios que lo curara. No conocía ninguna oración, ni siquiera el Padre Nuestro. Pero Dios, que es bueno, no podía dejar de escucharme.

Me escuchó, lo sabía. Después de la curación, un sentimiento intenso de la presencia de Dios me invadió.

Con sorpresa de mi parte, pedí a algunos amigos bautizados que me acompañaran a la iglesia. Dios no sólo me ayudó a encontrarlo, sino deseaba darme mayores gracias. Me hizo conocer al sacerdote más maravilloso que podía encontrar, el P. Nicolás Goloubtzov (1890-1963). Él bautizaba en secreto a los adultos que habían vivido sin fe. Fue también el padre espiritual del P. Alexander Men, que se convirtió en célebre predicador, asesinado en 1990 luego de muchas amenazas de muerte, por las numerosas conversiones que suscitaba entre la juventud en torno suyo.
Tenía necesidad de ser instruída
Yo tenía necesidad de ser instruida sobre los dogmas fundamentales del Cristianismo. Bautizada el 20 de mayo de 1962, tuve el gozo de conocer a Cristo, aunque ignorase casi toda la doctrina cristiana. Desgraciadamente el P. Goloubtzov murió en marzo de 1963.

Encontré por vez primera en mi vida católicos romanos, en Suiza, cinco años después de mi bautismo en la Iglesia ortodoxa rusa.

Los quince años que transcurrí en América han sido para mí causa de tormentos y de desorientación. Tras el nacimiento de mi hija, fruto de mi matrimonio en EE.UU., pareció que llegaba para mí la posibilidad de una vida normal. Pero pronto sobrevino de nuevo la turbación y la amargura; todo terminó con la separación conyugal.

Durante estos años mi vida religiosa era confusa, como todo el resto. Me encontraba de frente a un cristianismo americano múltiple. Cada denominación me invitaba. Todos me testimoniaban una gran simpatía. Yo tenía necesidad de descubrir lo que era justo en la multiplicidad de confesiones y perdía la noción de lo que yo misma era personalmente y en qué creía. Busqué también en la Ortodoxia la solución de mi búsqueda personal. Las respuestas a mis interrogantes me parecían demasiado abstractas. A pesar de la amistad que había entablado con intelectuales de la Ortodoxia, como la familia Florovsky, mi sed espiritual permanecía insatisfecha.

La amistad y la comunicación. No encerrarse en sí mismos
Un día recibí una carta de un sacerdote católico italiano de Pennsilvania, el P. Garbolino que me invitó a hacer una peregrinación a la Virgen de Fátima, en Portugal, con ocasión del 70º aniversario de las apariciones. En momento no fue posible, pero nuestra correspondencia de amistad duró más de 20 años y me enseñó muchas cosas.

Mediante este intercambio epistolar más de una vez se planteó la cuestión de mi adhesión a la fe católica. Pero la publicidad y el hecho de ser devorada por los medios de comunicación social, me había dado una pésima impresión ya al llegar a los Estados Unidos. Explicar a la luz del día mis sentimientos más personales, mi fe, mis relaciones con Dios, ni siquiera estaba dispuesta a pensarlo. No podía más hablar en nombre del pueblo ruso.

En 1969 el P. Garbolino que se encontraba en New Jersey vino a hacerme una visita a Princeton. Yo continué escribiéndole a Pittsburgh. En aquel momento yo era divorciada e infeliz, pero él, como buen sacerdote, siempre encontraba las palabras apropiadas y prometía siempre rezar por mí.

En 1976 encontré en California una pareja de católicos, Rose Y Michael Ginciracusa. Viví dos años con ellos. Su piedad discreta y su solicitud hacia mí y mi hija me conmovieron profundamente.
La importancia de un libro
En 1982 partimos para Inglaterra, para permitir que mi hija recibiera una buena educación europea. Mis contactos con los católicos continuaban siempre naturales, calmos y alentadores. La lectura de libros notables como el de Raissa Maritain, contribuyeron a acercarme cada vez más a la Iglesia católica. Y así en un frío día de diciembre, en la fiesta de Santa Lucía, en pleno Adviento, un tiempo litúrgico que siempre he amado, la decisión, esperada por largo tiempo, de entrar en la Iglesia católica, me brotó naturalísina, mientras vivía en Cambridge, Inglaterra. Un amigo católico polaco me condujo al P. Cogglan del Seminario de Allem Halla en Londres. Habían pasado 15 años desde que tomé esta decisión y me confié con el P. Garbolino que había conocido y aparecido en los días en que los medios de comunicación social me turbaban.

La bendición de la existencia cotidiana
Hay una cosa que aprendí por vez primera en los conventos católicos: la bendición de la existencia cotidiana, incluso la más escondida, de cada pequeña acción y del mismo silencio. En general soy felicísima en mi soledad; en la tranquilidad de mi departamento siento en modo vivo la presencia de Cristo.

Han pasado ya 13 años desde 1982, plenos de felicidad. Pero del mismo modo que jamás fui instruida convenientemente en la Iglesia Ortodoxa rusa al ser admitida 30 años atrás, así tampoco he recibido ninguna enseñanza más en la Iglesia católica. He debido aprender todo por cuenta mía leyendo libros que me han pasado amigos católicos o frecuentando asiduamente las librerías.
La diferencia
La diferencia entre la soledad en la Iglesia ortodoxa oriental y aquella en la Iglesia católica me ha parecido bajo esta forma: en la ortodoxia oriental, una confesión raramente es escuchada, generalmente una vez al año por Pascua y sin la discreción que permite el confesionario. Sólo ahora he entendido la gracia maravillosa que nos producen los sacramentos como el de la reconciliación y la comunión ofrecidos no importa qué día del año, e incluso cotidianamente.

Antes me sentía poco dispuesta a perdonar y a arrepentirme, y no fui jamás capaz de amar a mis enemigos. Pero me siento muy distinta de antes, desde que asisto a Misa todos los días. La Eucaristía se ha hecho para mí viva y necesaria. El sacramento de la reconciliación con Dios a quien ofendemos, abandonamos y traicionamos cada día, el sentido de culpa y de tristeza que entonces nos invade: todo esto hace que sea necesario recibirlo con frecuencia.

La Madre de Jesús
Por muchos años he creído que la decisión crucial que había tomado de permanecer en el extranjero en 1967 fue una importante etapa en mi vida. Yo iniciaba una vida nueva, me liberaba y progresaba en mi carrera de escritora itinerante. El Padre celestial me ha corregido dulcemente. Fui nuevamente sumergida en una maternidad tardía que debía hacerme presente mi puesto en la vida: un humilde puesto de mujer y de madre. Así, en verdad, fuí llevada en los brazos de la Virgen María a quien no tenía la costumbre de invocar, reteniendo que esta devoción fuese cosa de campesinos iletrados como mi abuela georgiana que no tenia otra persona a quien dirigirse. Me desengañé cuando me encontré sola y sin sustento. ¿Quién otro podía ser mi abogado sino la Madre de Jesús? Imprevistamente Ella se me hizo cercana, Ella a quien todas las generaciones llaman Bienaventurada entre las mujeres.

Svetlana Stalin

Salvo los subtítulos, tomado de http://www.escándaloynecedad.blogspot.com/
Para saber más de Svetlana En la Wikipedia