Mons. Alvaro del
Portillo, primer sucesor del fundador del Opus Dei, recuerda en la entrevista
realizada por Cesare Cavalleri, cómo era la devoción de san Josemaría a los
Àngeles Custodios, en cuya fiesta Dios le hizo ver el Opus Dei.
Aprendió
de sus padres a tratar al Ángel Custodio. Cuando era seminarista, leyó en un
libro de un Padre de la Iglesia que los sacerdotes tienen, además del Ángel
Custodio, un Arcángel ministerial. Por eso, desde el día de su ordenación se
dirigió a él con gran sencillez y confianza, tanto que decía que estaba seguro
de que, si la opinión de ese escritor no fuese correcta, el Señor le habría
concedido un Arcángel ministerial, por la fe con que le había invocado siempre.
De
todos modos, a partir de la fiesta de los Ángeles Custodios de 1928, nuestro
Fundador tuvo por ellos una devoción más intensa. Enseñaba a sus hijos: El
trato y la devoción a los Santos Ángeles Custodios está en la entraña de
nuestra labor, es manifestación concreta de la misión sobrenatural de la Obra
de Dios.
Con
la certeza de que Dios ha puesto un Ángel al lado de cada hombre para ayudarle
en el camino de la vida, acudía al propio Ángel Custodio en todas las
ocasiones, tanto en las necesidades materiales como en las espirituales. En
este contexto reconocía: Por años he experimentado la ayuda constante,
inmediata, del Ángel Custodio, hasta en detalles materiales pequeñísimos. Por
ejemplo, entre los años 1928 y 1940, cuando se le estropeaba el despertador,
como no tenía dinero para llevarlo a arreglar, acudía confiadamente a su Ángel
Custodio para que le despertase por la mañana a la hora prevista. Nunca le
falló. Por eso, le llamaba cariñosamente mi
relojerico.
Cuando
saludaba al Señor en el Sagrario, agradecía siempre a los Ángeles, allí
presentes, la adoración que continuamente prestan a Dios. Le he oído repetir
más de una vez: "Cuando voy a un
oratorio nuestro donde está el tabernáculo, digo a Jesús que le amo, e invoco a
la Trinidad. Después doy gracias a los Ángeles que custodian el Sagrario,
adorando a Cristo en la Eucaristía".
Con
heroica y perseverante correspondencia a la gracia, adquirió el hábito de
saludar siempre al Ángel Custodio de las personas con las que se encontraba:
solía decir que saludaba primero al personaje. Un día de 1972 ó 1973 vino a
verle el Arzobispo de Valencia, Mons. Marcelino Olaechea, acompañado de su
secretario. Como eran muy amigos, el Padre le saludó y le dijo en broma: –Don Marcelino, ¿a quién he saludado
primero? El arzobispo respondió: –Primero, a mí. –No, le dijo el Padre. He
saludado primero al personaje. Don Marcelino repuso, perplejo: –Pero, entre mi
secretario y yo, el personaje soy yo. Entonces nuestro Fundador explicó: –No,
el personaje es su Ángel Custodio.
Durante
unos días de descanso que pasó en una finca de Premeno, un pequeño pueblo de la
montaña junto al Lago Maggiore, de vez en cuando, para hacer un poco de
ejercicio físico, jugábamos a las bochas. No nos sabíamos bien las reglas del
juego, y a veces nos las inventábamos. Me acuerdo de que, en uno de aquellos
partidos, el Padre lanzó una bocha con gran habilidad y consiguió todos los
puntos. Pero enseguida dijo: – "No
vale; me he encomendado a mi Ángel Custodio. No lo haré más..." Relato
esta pequeña anécdota, porque me parece significativa de la constante relación
de amistad que mantenía con su Ángel Custodio, y, también, porque me contó más
tarde que le había dado vergüenza pedir la ayuda de su Ángel para una cosa de
tan poca importancia.
Mons.
Álvaro del Portillo, Entrevista sobre el fundador del Opus Dei a cargo de César
Cavalleri, 1ª. Edición castellana, Madrid, 1993