Nos trasladamos con la imaginación, o quizá la memoria (peregrinos) para unirnos a Jesús en su Pasión en Jerusalén.
Revivimos las 5ta 6ta estación del Vía Crucis
La contemplación de los
padecimientos del Señor empuja al arrepentimiento de los propios pecados, y
esto mueve al desagravio y a la reparación. Las escenas se reviven en la Vía
Dolorosa, la inmediatez puede ayudar a que el alma se encienda aún más en amor
a Dios.
Ciertamente, resulta imposible saber si ese itinerario coincide con el
trayecto exacto del Señor, pues el trazado de las calles data en líneas
generales de la reconstrucción romana de Jerusalén realizada en tiempos de
Adriano, en el año 135. Sería necesaria una investigación arqueológica que
alcanzase el nivel de la ciudad en la primera mitad del siglo I, y ni siquiera
así se resolverían todos los interrogantes.
Al margen de esta falta de certeza,
la Vía Dolorosa es el vía crucis por excelencia, el que han recorrido los
cristianos durante siglos.
El texto principal de la mayoría están
tomadas directamente del Evangelio, y otras nos han llegado por la tradición
piadosa del pueblo cristiano.
Las seguiremos de la mano de san Josemaría, que
las meditó con viveza singular.
V estación: Simón ayuda a llevar la
cruz de Jesús
Enseguida se deja la calle de El-Wad
y se gira a la derecha, para tomar de nuevo la Vía Dolorosa. Este tramo es muy
característico de la Ciudad Vieja: estrecho y empinado, con escalones cada
pocos pasos y numerosos arcos que cruzan la calle por arriba, uniendo los
edificios de los dos lados. Justo en el arranque, a mano izquierda, hay una
capilla que ya en el siglo XIII era de los franciscanos, donde se recuerda la
quinta estación: a uno que pasaba por allí, que venía del campo, a Simón
Cireneo, el padre de Alejandro y de Rufo, le forzaron a que le llevara la cruz
(Mc 15, 21).
En el conjunto de la Pasión, es bien poca cosa lo que supone esta ayuda.
Pero a Jesús le basta una sonrisa, una palabra, un gesto, un poco de amor para
derramar copiosamente su gracia sobre el alma del amigo (...).
A veces la Cruz aparece sin buscarla: es Cristo que pregunta por
nosotros. Y si acaso ante esa Cruz inesperada, y tal vez por eso más oscura, el
corazón mostrara repugnancia... no le des consuelos. Y, lleno de una noble compasión,
cuando los pida, dile despacio, como en confidencia: corazón, ¡corazón en la
Cruz!, ¡corazón en la Cruz! (San Josemaría, Vía Crucis, V estación ).
VI estación: una piadosa mujer
enjuga el rostro de Jesús
Poco sabemos de esta mujer. Una
tradición basada en textos apócrifos la identifica con la hemorroisa de
Cafarnaún, llamada Berenice; al traducirse su nombre al latín, se convirtió en
Verónica. En el medievo se sitúa su casa aquí, hacia la mitad de la calle,
donde hoy existe una pequeña capilla con entrada directa desde la vía y encima
una iglesia grecocatólica.
Una mujer, Verónica de nombre, se abre paso entre la muchedumbre,
llevando un lienzo blanco plegado, con el que limpia piadosamente el rostro de
Jesús. El Señor deja grabada su Santa Faz en las tres partes de ese velo.