jueves, 7 de octubre de 2010

La educación de la sexualidad

LO MÍO, LO QUE ENTREGO


Compartimos algunas pistas que nos ofrece el libro Por favor, háblame de amor, de Inès Péllisé du Rausas. Nuestros hijos quieren saber el porqué, el sentido, esperan que les hablemos de amor. Revista Hacer Familia


Nuestra misión como padres tiene momentos especialmente emocionantes en los que nos acercamos a la intimidad de los hijos. A veces nos asustamos o cambiamos de tema por temor a que nos hagan las preguntas cruciales que, tarde o temprano, todos hemos hecho.

Sin duda lo relacionado con el cuerpo y la sexualidad, a pesar de la punzante exposición a la que nos encontramos sometidos, tiene un halo de misterio, de importancia: nos pone en tal situación que, sin perder espontaneidad, podemos sentir y hacer sentir que estamos hablando de algo serio.

Autoposeerme es disponer de mi interioridad y mi cuerpo, y ser consciente de que sólo yo puedo hacerlo

Nuestra infancia y nuestra adolescencia fueron bastante distintas en este sentido, por eso, puede ocurrir que hayamos perdido el marco de referencia para conversar con nuestros hijos sobre su intimidad. Quizá no sepamos interpretar nuestro cuerpo y sus capacidades, y como el cuerpo es expresión de nuestra sexualidad, tampoco llegamos a interpretarla cabalmente. Ahora, sólo si encontramos el verdadero sentido del cuerpo humano y de su ser sexuado, podremos vivirlo plenamente y plantear esta maravilla a nuestros hijos. Podremos brindarles una educación sexual integral que tenga en cuenta las aspiraciones de toda la persona, principalmente, su aspiración a amar y ser amada. Que, en definitiva, es su aspiración a la felicidad.

Soy uno, yo
Resulta interesante considerar cómo la persona se experimenta a sí misma desde su interioridad, a partir de su conciencia. Y, también, cómo vive la experiencia de poseer una corporeidad. Va aprendiendo que es protagonista de los actos de su cuerpo y, también, que no podría existir sin él.

Es sujeto pasivo de ciertos actos vitales por los cuales funciona su organismo, como respirar o digerir. Sin embargo, la persona es también sujeto activo de los actos por los cuales dispone de su cuerpo: por ejemplo, cuando, aun contra el sueño que lo sigue reteniendo, decide levantarse a la mañana. Decir que la persona se auto posee es decir que posee una interioridad y un cuerpo, de los que solamente ella puede disponer.

Educar en la intimidad es educar en ese tesoro que define a loshijos para que aprendan el amor como entrega. es educarlos para la felicidad

Cada padre podría plantearse estas ideas, ya que de nuestro concepto del cuerpo dependerá el contenido de la educación de la intimidad que transmitiremos a nuestros hijos. Y conviene que sea algo pensado y asumido, porque como en cada tema, estaremos educando con palabras y con nuestra propia actitud.

Si consideramos que el cuerpo es algo puramente material, desligado de la persona, será utilizable como cosa. En esta concepción, temas como la desnudez o la vestimenta son indiferentes o irrelevantes. Pero, ¿si el cuerpo es yo? ¿Si yo soy también mi cuerpo? ¿Si forma parte de mi persona? ¡Eso cambia todo! Si constituye a la persona humana, participa de su dignidad, ya no es algo utilizable sino respetable. Lo que afecte al cuerpo, afectará a la persona, porque se trata de una expresión más de lo humano. La mirada sobre el cuerpo ya no es la misma, el comportamiento sobre el cuerpo, tampoco. Entonces, adquiere sentido el pudor: una virtud cada vez menos conocida, y tan sana, que consiste en resguardar una intimidad que es considerada valiosa.

Sexuados
Entre los 2 y los 5 años, los chicos descubren la feminidad y la masculinidad. Es común que sientan una atracción afectiva, que no hay que confundir con el deseo sexual, hacia el progenitor del sexo opuesto. Encuentran en él una primera complementariedad. Esto constituye un ejemplo más que significativo de que la sexualidad caracteriza a toda la persona y supera, entonces, a la mera genitalidad.

El carácter sexual impregna la totalidad de cada uno y demuestra cómo el hombre es una unidad profunda y substancial entre cuerpo y alma, materia y espíritu: lo tangible y lo intangible, ambos igualmente reales.

Este es un hecho físico y genético que repercute en la afectividad e incluso también en la espiritualidad. Por eso, de una manera muy gráfica, se ha afirmado que no tenemos un sexo, sino que “somos un sexo”. Limitar la sexualidad a la genitalidad sería reducirla y empobrecerla. Significa no ver que en el cuerpo sexuado está inscripta la radical distinción de las personas que da lugar a la unión amorosa.

El cuerpo permite la intimidad del encuentro, intimidad mayor que la de la amistad, porque la donación de la persona es total y está llamada a darse y dar vida.

Antes de hablar

VOS SOS VALIOSO
Intimidad y autoestima
El primer paso es que nuestro hijo comprenda, desde chico, que su cuerpo es el cuenco donde está contenida y expresada su interioridad. Pero para que elija cuidar esa intimidad, tiene que reconocerla como algo valioso: cuidemos su autoestima para que sea sana y positiva.

Mucho antes de que hablemos con nuestros hijos sobre respetar el cuerpo, que es una forma de respetarse a él mismo, advertirán que le asignamos un valor positivo por nuestro modo de tratarlo y de cuidarlo. La ropa que usamos, por ejemplo, tiene la misión de dar a conocer que “mi cuerpo soy yo”. La armonía y la elegancia, que proceden de la interioridad, educarán paulatinamente la mirada de los hijos para que aprecien la auténtica belleza del cuerpo, a la que son naturalmente sensibles.

Esto tiene un paso previo: los padres necesitamos cultivar nuestra belleza interna. Como nuestro valor surge de que somos personas y podemos amar y hacer el bien, nacerá una actitud que otorgue a la vestimenta un sentido auténtico. Nacerá una elegancia armónica que expresará lo que se vive adentro. Es urgente tenemos que desterrar la suposición de que valemos porque nos miran gracias al escote o a la camisa con ese loguito tan famoso.

Alguna vez se dijo que no tenemos un sexo, sino que somos un sexo. Porque nuestro ser varón o mujer nos define de manera integral.

¡Cuántas veces una hija disfruta observando a su mamá cuando se prepara para salir! Si tenemos en cuenta que estamos educando siempre, comprenderemos que la elección de la ropa de los padres, especialmente la de la madre, no es un tema indiferente. Según ese modelo, la hija buscará su propio estilo que será más enfocado en la sensualidad constante, más orientado a llamar la atención o más cercano a expresar armonía.

Nuestros hijos merecen que los eduquemos en su intimidad, que les revelemos la verdad sobre el cuerpo, cuerpo de la persona, gracias al cual se hace posible la donación de uno mismo. Esta educación será como la prolongación natural de un ambiente familiar. El cuidado del cuerpo y de su intimidad preparan el camino para las conversaciones que, llegado el momento, tendremos padres e hijos.

Por favor, háblame de amor! La educación afectiva y sexual de los niños de 3 a 12 años Inés Pèlissiè du Rausus, Tercera edición, Colección edu.com, Ediciones Palabra, 2005