sábado, 5 de junio de 2010

Las experiencias educativas más prometedoras de USA

Historias de excelencia en colegios exigentes para alumnos desfavorecidos


Extractos de artículo de Aceprensa.com

¿Qué pensar de una escuela secundaria cuyos alumnos –todos de familias modestas– deben trabajar un día a la semana en una empresa, que paga a la escuela por ese trabajo, mientras los alumnos han de dedicar más horas y tener menos vacaciones para completar sus estudios? En España, la escuela habría sido denunciada por explotación del trabajo infantil y probablemente clausurada por el Ministerio de Educación, con el aplauso de los sindicatos. En EE.UU., una red escolar de este estilo, puramente privada y de inspiración católica, es una experiencia de éxito, que consigue que el 99% de los alumnos lleguen a la Universidad. (…)

Estudio y trabajo
(…) El primero y principal es el trabajo de los propios estudiantes. Según este innovador sistema, cada alumno debe dedicar un día a la semana a trabajar en una empresa, en un empleo real y a jornada completa. Es un primer empleo, compartido entre un grupo de cinco estudiantes, por el que la empresa paga entre 20.000 y 30.000 dólares anuales a la escuela. No se trata de trabajos como repartir pizzas. Las empresas que colaboran en el programa son nombres que aparecen en la lista de las 500 de Fortune, ONG’s, organismos del gobierno, universidades, periódicos...

Antes de empezar el trabajo, los alumnos se preparan en un campo de trabajo de dos semanas en verano para aprender usos del mundo empresarial, como tomar notas y mensajes telefónicos, gestionar prioridades, manejar fotocopiadoras y fax, buenas prácticas en la atención al cliente, y buenas maneras en el “lenguaje corporal”. Pues la experiencia del trabajo no solo sirve para que los alumnos se paguen los estudios, sino también para mejorar su formación en contacto con una empresa de primera fila.

El pago de las empresas por el trabajo de los estudiantes aporta el 65% del presupuesto en una escuela como Cristo Rey Harlem School. El resto se cubre con el patrocinio de empresas, y las familias que pueden pagan unas tasas modestas.

Como tienen que trabajar un día a la semana, los alumnos deben hacer en cuatro días el trabajo escolar correspondiente a cinco. Y esto, que podría parecer un obstáculo, tiene mucho que ver con el éxito. Las escuelas Cristo Rey tienen una jornada escolar más larga y unas vacaciones más cortas, y acostumbran a los alumnos a trabajar duro, dentro y fuera de la escuela. El objetivo: llevar a los alumnos hasta las puertas de la Universidad y poner fin al ciclo de la pobreza. Lo están consiguiendo.

El instituto más deseado del Bronx Sur KIPP

Pero tampoco hace falta que la escuela sea privada, para desarrollar su propio modelo de éxito. Es el caso de la Academia KIPP (“Knowledge is Power Program”, El conocimiento es poder), una escuela pública experimental que abrió sus puertas a mediados de la década de 1990 en el Bronx Sur, uno de los barrios más pobres de Nueva York. (…)

El escritor Malcolm Gladwell describe el funcionamiento de esta escuela secundaria en uno de los capítulos de su libro Fueras de serie (cfr. Aceprensa, 24-03-10). No es una escuela pública como la que uno puede esperar encontrar en un barrio pobre de Nueva York. A los estudiantes “se les enseña a atender y dirigirse a la gente de acuerdo con un protocolo que aconseja sonreír, sentarse erguidos, escuchar, preguntar, asentir cuando le hablan a uno y mantener el contacto visual”. A la hora de comer los estudiantes van por los pasillos en líneas ordenadas, todos con sus uniformes de la Academia KIPP.

La organización se basa en el convencimiento de que precisamente porque los alumnos tienen más carencias culturales, necesitan más tiempo para superarlas. Por eso la jornada escolar es bastante más larga que en otras escuelas públicas. Las clases empiezan a las 7,25 (lo que para la mayoría de los alumnos supone levantarse a las 5,45, habida cuenta del tiempo de desplazamiento hasta la escuela), con un curso llamado “Aprendiendo a pensar”. Y la jornada se prolonga hasta las 17 h. Después hay grupos de tareas escolares, recuperaciones, equipos deportivos. Así que en la escuela hay alumnos hasta las 19 h. Los que salen a las 17 h. tendrán también no menos de dos horas para hacer los deberes.

Jornada más larga

Ampliar el tiempo disponible da al profesor la posibilidad de explicar con más calma las cosas, y a los alumnos más tiempo para asimilar y repasar, a un ritmo más lento pero más seguro.

¿Fin de semana? Los sábados por la mañana los alumnos van de 9 a 13. ¿Vacaciones de verano? En KIPP estudian tres semanas suplementarias en julio. La idea es que unas vacaciones de verano demasiado largas, que en las familias acomodadas se aprovechan para mejorar la formación de los hijos con distintas actividades, suelen provocar que los niños desfavorecidos queden rezagados. Así que hay que mantenerlos activos.

Curiosamente, las matemáticas, que suelen ser la piedra de tropiezo de tantos estudiantes, es lo que ha hecho más famosa a la Academia KIPP. Y hacia el final del octavo grado, el 84% de los alumnos está por encima del nivel exigible, con unos resultados comparables a los de los privilegiados alumnos de los barrios ricos. Eso sí, con un especial esfuerzo. A cambio, más del 80% de los estudiantes de KIPP pasarán por la Universidad, y en muchos casos serán los primeros de su familia en hacerlo.

“Hoy –concluye Gladwell– hay más de cincuenta escuelas KIPP en Estados Unidos, y más en proyecto. El programa KIPP representa una de las nuevas filosofías educativas más prometedoras de Estados Unidos”.

CUI YUE estudiante china


Para subir a una cumbre hay que escalar
Periódico suizo entrevista una estudiante en China


En un periódico suizo: entrevista a Cui Yue, estudiante de Relaciones Internacionales y Economía en la elitista Beijing University. Informa Alejandro Navas en el Diario de Navarra . Aquí unos extractos de ese artículo.


(…) Cui Yue destaca desde niña como buena estudiante, lo que le permite acceder a los colegios mejor cualificados. Con quince años abandona el hogar familiar y se traslada a la capital provincial, Chengdu, para terminar la enseñanza secundaria en un exigente internado, que le facilitará el ingreso en las universidades más prestigiosas. Cui Yue tiene ambición, y es uno de los 400.000 candidatos de su provincia que realizan cada año el examen de admisión en la Universidad de Beijing. Ingresan cien, y nuestra alumna obtiene el puesto cuarenta en ese exclusivo ranking.

Estar dentro es todo un triunfo, pero no hay tiempo para confiarse y bajar la guardia. Cui Yue trabaja quince horas al día, entre clases, estudio y el tiempo dedicado a AISEC, la asociación internacional de estudiantes de Economía, de cuya delegación en Beijing forma parte. “Trabajo bastante duro”, reconoce con sencillez. Pero su vida no se agota en los libros, pues también cultiva aficiones personales. Al preguntarle de dónde saca tiempo para todo, responde que no duerme nueve horas al día, por lo que hay margen para otras cosas. (…)

–Fijaos bien, les digo. Es muy posible que dentro de unos años ella sea vuestra jefa. Esto se evitará únicamente si sois capaces de trabajar tanto o más que ella. ¿Os veis en condiciones de hacerlo? Los bachilleres madrileños se quedan en silencio, pensativos. Lo consideran muy difícil, casi imposible. Alguno incluso cuestiona que ese tipo de existencia sea deseable: en la vida hay otras cosas, aparte de estudiar o trabajar. Más que de vivir para trabajar, se trataría de trabajar para vivir. Les concedo una buena parte de razón: habría que aclarar con Cui Yue lo que significa exactamente “triunfar en la vida”; en su entrevista no hay espacio para profundizar lo necesario en esta importante cuestión. Pero intento hacerles ver que sin esfuerzo y dedicación perseverante no conseguirán lograr sus objetivos, supuesto que los tengan: los informes sobre la juventud española registran que un considerable número de jóvenes se encuentran como paralizados, sin especiales proyectos para su vida, empujados por la inercia e instalados en el “presentismo”: el carpe diem como horizonte existencial, y no solo para los momentos de ocio. (…) No pocos de ellos están inmejorablemente preparados, casi tanto como Cui Yue, y nada impide que se conviertan en gestores de su propia vida, sin esperar que el Estado o la sociedad en general les resuelvan los problemas.