sábado, 3 de abril de 2010

Decimocuarta Estación

XIV ESTACIÓN: DAN SEPULTURA AL CUERPO DE JESÚS
(San Josemaría)


Muy cerca del Calvario, en un huerto, José de Arimatea se había hecho labrar en la peña un sepulcro nuevo. Y por ser la víspera de la gran Pascua de los judíos, ponen a Jesús allí. Luego, José, arrimando una gran piedra, cierra la puerta del sepulcro y se va (Mt XXVII,60).
Sin nada vino Jesús al mundo, y sin nada -ni siquiera el lugar donde reposa- se nos ha ido.
La Madre del Señor -mi Madre- y las mujeres que han seguido al Maestro desde Galilea, después de observar todo atentamente, se marchan también. Cae la noche.
Ahora ha pasado todo. Se ha cumplido la obra de nuestra Redención. Ya somos hijos de Dios, porque Jesús ha muerto por nosotros y su muerte nos ha rescatado.
Empti enim estis pretio magno! (1 Cor VI,20), tú y yo hemos sido comprados a gran precio.
Hemos de hacer vida nuestra la vida y la muerte de Cristo. Morir por la mortificación y la penitencia, para que Cristo viva en nosotros por el Amor. Y seguir entonces los pasos de Cristo, con afán de corredimir a todas las almas.
Dar la vida por los demás. Sólo así se vive la vida de Jesucristo y nos hacemos una misma cosa con El.


Puntos de meditación
(XIV Estación)


XIV.1 Nicodemo y José de Arimatea -discípulos ocultos de Cristo- interceden por el desde los altos cargos que ocupan. En la hora de la soledad, del abandono total y del desprecio..., entonces dan la cara audacter (Mc XV,43)...: ¡valentía heroica!
Yo subiré con ellos al pie de la Cruz, me apretaré al Cuerpo frío, cadáver de Cristo, con el fuego de mi amor..., lo desclavaré con mis desagravios y mortificaciones..., lo envolveré con el lienzo nuevo de mi vida limpia, y lo enterraré en mi pecho de roca viva, de donde nadie me lo podrá arrancar, ¡y ahí, Señor, descansad!
Cuando todo el mundo os abandone y desprecie..., serviam!, os serviré, Señor.

XIV.2 Sabed que fuisteis rescatados de vuestra vana conducta..., no con plata u oro, que son cosas perecederas, sino con la sangre preciosa de Cristo (1 Pet I,18-19).
No nos pertenecemos. Jesucristo nos ha comprado con su Pasión y con su Muerte. Somos vida suya. Ya sólo hay un único modo de vivir en la tierra: morir con Cristo para resucitar con El, hasta que podamos decir con el Apóstol: no soy yo el que vivo, sino que Cristo vive en mí (Gal II,20).

XIV.3 Manantial inagotable de vida es la Pasión de Jesús.
Unas veces renovamos el gozoso impulso que llevó al Señor a Jerusalén. Otras, el dolor de la agonía que concluyó en el Calvario... O la gloria de su triunfo sobre la muerte y el pecado. Pero, ¡siempre!, el amor -gozoso, doloroso, glorioso- del Corazón de Jesucristo.

XIV.4 Piensa primero en los demás. Así pasarás por la tierra, con errores sí -que son inevitables-, pero dejando un rastro de bien.
Y cuando llegue la hora de la muerte, que vendrá inexorable, la acogerás con gozo, como Cristo, porque como El también resucitaremos para recibir el premio de su Amor.

XIV.5 Cuando me siento capaz de todos los horrores y de todos los errores que han cometido las personas más ruines, comprendo bien que puedo no ser fiel... Pero esa incertidumbre es una de las bondades del Amor de Dios, que me lleva a estar, como un niño, agarrado a los brazos de mi Padre, luchando cada día un poco para no apartarme de El.
Entonces estoy seguro de que Dios no me dejará de su mano. ¿Puede la mujer olvidarse del fruto de su vientre, no compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré (Is XLIX, 15).

Décimotercera Estación

XIII ESTACIÓN: DESCLAVAN A JESÚS Y LO ENTREGAN A SU MADRE
(San Josemaría)


Anegada en dolor, está María junto a la Cruz. Y Juan, con Ella. Pero se hace tarde, y los judíos instan para que se quite al Señor de allí.
Después de haber obtenido de Pilatos el permiso que la ley romana exige para sepultar a los condenados, llega al Calvario un senador llamado José, varón virtuoso y justo, oriundo de Arimatea. El no ha consentido en la condena, ni en lo que los otros han ejecutado. Al contrario, es de los que esperan en el reino de Dios (Lc XXIII,50-51). Con él viene también Nicodemo, aquel mismo que en otra ocasión había ido de noche a encontrar a Jesús, y trae consigo una confección de mirra y áloe, cosa de cien libras (Ioh XIX,39).
Ellos no eran conocidos públicamente como discípulos del Maestro; no se habían hallado en los grandes milagros, ni le acompañaron en su entrada triunfal en Jerusalén. Ahora, en el momento malo, cuando los demás han huido, no temen dar la cara por su Señor.
Entre los dos toman el cuerpo de Jesús y lo dejan en brazos de su Santísima Madre. Se renueva el dolor de María.
-¿A dónde se fue tu amado, oh la más hermosa de las mujeres? ¿A dónde se marchó el que tú quieres, y le buscaremos contigo? (Cant V,17).
La Virgen Santísima es nuestra Madre, y no queremos ni podemos dejarla sola.


Puntos de meditación
(XIII Estación)



XIII.1
Vino a salvar al mundo, y los suyos le han negado ante Pilatos.
Nos enseñó el camino del bien, y lo arrastran por la vía del Calvario.
Ha dado ejemplo en todo, y prefieren a un ladrón homicida.
Nació para perdonar, y -sin motivo- le condenan al suplicio.
Llegó por senderos de paz, y le declaran la guerra.
Era la Luz, y lo entregan en poder de las tinieblas.
Traía Amor, y le pagan con odio.
Vino para ser Rey, le coronan de espinas.
Se hizo siervo para liberarnos del pecado, y le clavan en la Cruz.
Tomó carne para darnos la Vida, y nosotros le recompensamos con la muerte.

XIII.2
No me explico tu concepto de cristiano.
¿Crees que es justo que el Señor haya muerto crucificado y que tú te conformes con "ir tirando"?
Ese "ir tirando" ¿es el camino áspero y estrecho de que hablaba Jesús?

XIII. 3
No admitas el desaliento en tu apostolado. No fracasaste, como tampoco Cristo fracasó en la Cruz. ¡Animo!... Continúa contra corriente, protegido por el Corazón Materno y Purísimo de la Señora: Sancta Maria, refugium nostrum et virtus!, eres mi refugio y mi fortaleza.
Tranquilo. Sereno... Dios tiene muy pocos amigos en la tierra. No desees salir de este mundo. No rehúyas el peso de los días, aunque a veces se nos hagan muy largos.

XIII.4 Si quieres ser fiel, sé muy mariano.
Nuestra Madre -desde la embajada del Ángel, hasta su agonía al pie de la Cruz- no tuvo más corazón ni más vida que la de Jesús.
Acude a María con tierna devoción de hijo, y Ella te alcanzará esa lealtad y abnegación que deseas.

XIII.5 "No valgo nada, no puedo nada, no tengo nada, no soy nada..."
Pero Tú has subido a la Cruz para que pueda apropiarme de tus méritos infinitos. Y allí recojo también -son míos, porque soy su hijo- los merecimientos de la Madre de Dios, y los de San José. Y me adueño de las virtudes de los santos y de tantas almas entregadas...
Luego, echo una miradica a la vida mía, y digo: ¡ay, Dios mío, esto es una noche llena de oscuridad! Sólo de vez en cuando brillan unos puntos luminosos, por tu gran misericordia y por mi poca correspondencia... Todo esto te ofrezco, Señor; no tengo otra cosa.