domingo, 13 de abril de 2014

Via Crucis en Tierra Santa. Estaciones III y IV




Rezo del VIA CRUCIS en TIERRA SANTA 
para vivir mejor la Semana Mayor
(Domingo de Ramos: Estaciones III y IV)
Tratemos de trasladarnos a Tierra Santa para identificarnos con Jesús 
(En gran parte tomado de www.unsacerdoteentierrasanta.blogspot.com)




La práctica del vía crucis se fundamenta en la veneración por los Santos Lugares, donde no hacía ala imaginarse los escenarios de la Pasión, sino que se tenían a la vista y se recorrían físicamente. Una leyenda piadosa -recogida en De transitu Mariae, un apócrifo siríaco del siglo V -cuenta que la Santísima Virgen caminaba a diario por los sitios donde su Hijo había sufrido y derramado sus sangre (cfr. Dictionnaire de spiritualité, II, Col. 2577)

III estación: cae Jesús por primera vez


La Vía Dolorosa continúa en ligero descenso hasta cruzarse con una calle que viene de la puerta de Damasco; se llama El-Wad —el valle— y sigue el antiguo lecho del torrente Tiropeón. Girando a la izquierda, casi en la esquina, se encuentra una pequeña capilla, perteneciente al Patriarcado Armenio católico, con la tercera estación.

El cuerpo extenuado de Jesús se tambalea ya bajo la Cruz enorme. De su Corazón amorosísimo llega apenas un aliento de vida a sus miembros llagados.

A derecha e izquierda, el Señor ve esa multitud que anda como ovejas sin pastor. Podría llamarlos uno a uno, por sus nombres, por nuestros nombres. Ahí están los que se alimentaron en la multiplicación de los panes y de los peces, los que fueron curados de sus dolencias, los que adoctrinó junto al lago y en la montaña y en los pórticos del Templo. Un dolor agudo penetra en el alma de Jesús, y el Señor se desploma extenuado.

Tú y yo no podemos decir nada: ahora ya sabemos por qué pesa tanto la Cruz de Jesús. Y lloramos nuestras miserias y también la ingratitud tremenda del corazón humano. Del fondo del alma nace un acto de contrición verdadera, que nos saca de la postración del pecado. Jesús ha caído para que nosotros nos levantemos: una vez y siempre (San Josemaría, III estación).

IV estación: Jesús encuentra a María, su Santísima Madre


La tercera estación y la cuarta están pegadas y pertenecen al Patriarcado Armenio católico.

Avanzando pocos metros, se llega a la cuarta estación, donde hay una iglesia, también de los armenios, en cuya cripta hay adoración perpetua al Santísimo Sacramento. Nuestra Señora no abandona a su Hijo durante la Pasión; de hecho, la veremos más adelante en el Gólgota.

Apenas se ha levantado Jesús de su primera caída, cuando encuentra a su Madre Santísima, junto al camino por donde Él pasa.

Con inmenso amor mira María a Jesús, y Jesús mira a su Madre; sus ojos se encuentran, y cada corazón vierte en el otro su propio dolor (...). En la oscura soledad de la Pasión, Nuestra Señora ofrece a su Hijo un bálsamo de ternura, de unión, de fidelidad; un sí a la voluntad divina.


De la mano de María, tú y yo queremos también consolar a Jesús, aceptando siempre y en todo la Voluntad de su Padre, de nuestro Padre (Ibid., IV estación).