lunes, 25 de marzo de 2013

Las Santísimas Llagas de Jesucristo


Jesús  nos habla con sus Llagas

Con ellas sanan las heridas de las almas, aquieta las tempestades interiores, fortalece y enciende el amor a Dios, enamora. 
Intentaremos considerar cada una de las cinco Heridas abiertas en el Cuerpo de Jesús, para descubrir el Amor de Dios expresado corporalmente en Jesús Crucificado.

Así lo expresa Camino n. 555: 
     "¡Verdaderamente es amable la Santa Humanidad de nuestro Dios! -Te "metiste" en la Llaga santísima de la mano derecha de tu Señor, y me preguntaste: "Si una Herida de Cristo limpia, sana, aquieta, fortalece y enciende y enamora, ¿qué no harán las cinco, abiertas en el madero?"
Quizá a alguno le suceda lo que a  Santa Teresa de Jesús cuando tuvo la gran conversión después de muchos años de entrega tibia -según ella- a Dios a una vida de entrega fervorosa y santa sin paliativos. Veamos como lo cuenta la Santa: 
   
     Pues andaba mi alma cansada y, aunque quería, no la dejaban descansar las ruines      costumbres que tenía. Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allí a guardar, que se había guardado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado, y tan devota que, mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fué tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece que se me partía, y arrojéme cabe El con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole que me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle.

Pero no es sólo algo reciente en la espiritualidad cristiana la meditación de las llagas de Cristo. San Agustín, en el siglo V, reza ante ellas de este modo:
     -Cuando algún feo pensamiento me fatiga, vuestras llagas Señor, me son escudo;
     -Cuando el mundo me acosa, me son refugio;
   -Cuando el demonio se embravece y como león da bramidos para tragarme, en poniéndome debajo de vuestras alas, en entrando en vuestras llagas, pierde su fuerza y huye de mí.
   -Si las llamas de mi concupiscencia que arden en mí, con la sangre que corre de vuestro amoroso pecho se apagan y la vanidad del mundo se conoce y se vence, y la rabia de Satanás se debilitan y enfrenan.
   -En todas la adversidades, en todas las congojas y quebrantos de mi corazón, no hallo otro remedio más eficaz que vuestra cruz y vuestras llagas.
 Vuestras llagas sacratísimas son el báculo de mi peregrinación, el gobernalle de mi navío, el puerto de mi navegación, el apoyo de mi alma desmayada y descaecida, el maná de este desierto, el descanso de mis trabajos, la salud de mis enfermedades, la vida de mi continua muerte, mi gloria, mi esperanza y todo mi bien.

En estas llagas duermo seguro y sin sobresalto. Cristo murió por mí, qué cosa puede haber tan amarga que con esta palabra no se haga dulce?

 Muchos son los cristianos que han experimentado conversiones en sus vidas al contemplar las Heridas y la Pasión de Cristo.